En la sección La Construcción 1946 – 1954 se hace referencia a la negativa de Isabel Althaus —cuando visitó por primera vez Fuerteventura en el verano de 1947— a vivir en lugar tan apartado. La familia nunca habitó la casa. ¿Para qué ha servido ésta? Tanto esfuerzo, tanta inversión económica, ¿qué utilidad ha tenido? Sin duda su principal función ha sido ser fuente de innumerables especulaciones y leyendas.
Exponemos los principales hitos en la historia de la casa.
Durante los años de construcción del chalet, aquellos trabajadores que procedían de otras partes de Fuerteventura o bien de Gran Canaria se alojaron en su interior, principalmente en dependencias del sótano, las primeras en tener techos cubiertos, o posteriormente en algunas de las estancias de la planta principal.
El 27 de junio de 1953 nuestra madre dio a luz al segundo de sus hijos, Gabrielito, que nació prematuramente y falleció pocos minutos después. Al día siguiente fue enterrado en las proximidades del chalet de Cofete, en el terreno que está cercado por un muro de piedras, próximo a una higuera.
Oferta de arrendamiento
En 1958 Gustav Winter viajó a Alemania con la intención de ofrecer el chalet de Cofete en arrendamiento y promocionar Jandía como destino turístico. Se entrevistó con grandes empresarios y aristócratas a quienes presentó una memoria del “Castillo de Cofete” y una oferta de arrendamiento. También publicó un anuncio en la prensa —Die Welt, 12/07/1958—, ofreciéndolo en venta o arrendamiento por diez años.
No tuvo éxito. En los meses siguientes se recibieron cartas de contestación declinando la oferta. La casa continuó deshabitada.
LOS PRIMEROS MORADORES DE LA CASA
Tras muchos años de abandono, en 1965 entraron los primeros moradores de la casa: la familia Pérez Acosta, con sus hijos pequeños. Se les pagaba una mensualidad por la guarda de la casa. Se alojaban en las habitaciones del ala oeste, cuyas ventanas dan al poblado de Cofete. D. Juan Pérez (1934 – 2008) plantaba verduras y frutales en la huerta situada en el exterior; en el patio situado en la entrada de la casa tenía cultivado un bello jardín con hibiscos y muchas flores. En una reciente entrevista con Dña Faustina Acosta (30/10/2021) me comentaba que disponían de llaves de todas las estancias de la casa. En la planta sótano “no vimos nada, solo había una caja”. No disponían de luz eléctrica: empleaban lámparas, nevera y cocina de gas. En 1968, después de aproximadamente dos años y medio viviendo en el chalet, se mudaron a Morro Jable ya que —al igual que los otros habitantes del pueblo— habían recibido un solar y construyeron una vivienda. Sus hijos en edad escolar asistían a la escuela y D. Juan comenzó a trabajar en el Hotel Jandía Playa recién construido.
El chalet volvió a quedarse vacío y abandonado. A veces algunos excursionistas forzaban la puerta o ventanas, entraban, y a veces pernoctaban algunos días. Especialmente la planta sótano era utilizada como retrete y dejaban “regalitos”. Gustav Winter encargó a dos empleados (1970) tapiar algunas ventanas y el acceso a los almacenes del sótano.
En octubre de 1976 entraron a vivir varios miembros de la familia Matos Viera. Esta familia vivió siempre aislada en un valle situado al comienzo de la península de Jandía (Pecenescal), área que desde el año 1964 pasó a ser propiedad de la sociedad Terrenos Canarios S.A. (TECASA). Aproximadamente en 1974 los propietarios de esos terrenos los desalojaron y se fueron a vivir a Morro Jable, en una vivienda facilitada por nuestra madre, en “Las Fileras”. Debido a sus dificultades para adaptarse a vivir en el pueblo, D. Rafael se dirigió a Isabel Althaus solicitándole que les dejaran vivir en la casa de Cofete y cuidar de ella. El 01/10/1976 se firmó el convenio que se adjunta. D. Rafael Matos, viudo, y cuatro de sus hijos: Rafael (“Lillo”), firmante del convenio, Pepe, Rosa y Agustín Matos Viera comenzaron a vivir en el chalet desde entonces, ocupando habitaciones del ala oeste. Isabel Althaus compró un generador eléctrico que les permitía tener iluminación eléctrica, conectar una nevera eléctrica y ver televisión.
En 1988 nuestro hermano Juan Miguel encargó el acondicionamiento de dos habitaciones y un baño situados en la planta sótano —en la planta principal estaba alojada la familia Matos—, con la intención de pasar ocasionalmente algunos días en Cofete practicando la cacería. Sobran dedos de una mano para contar el número de veces que pernoctó allí.
En abril de 1996 la familia vendió el chalet; desde entonces es propiedad de Dehesa de Jandía, S.A. que pertenece al Grupo Lopesan, que respetó el convenio firmado en 1976 por Isabel Althaus con la familia Matos.
Tras fallecer varios miembros de la familia, en 2012, un descendiente, natural de Tenerife, se instaló en la casa atraído por el filón económico que suponen las numerosas visitas a la misma. Su tía Rosa, discapacitada, hace muchos años ingresó en una residencia de mayores y Agustín falleció a comienzos de 2023.
El actual morador del chalet, a modo de un ferviente terraplanista, proclama a los cuatro vientos que bajo la casa existen submarinos. Aún más, “submarinos nucleares”. ¿Realmente lo piensa? Puede concedérsele el beneficio de que se crea sus afirmaciones, fruto de la ignorancia y una mente fantasiosa proclive a inventar historias fantásticas contrarias a toda evidencia, pero donde sí se conduce con premeditación y alevosía es en el montaje de un “museo”: trae de aquí y allá cualquier objeto que dice ser una muestra de vestigios nazis existentes en la casa, o contacta con un radioaficionado para hacerse con una radio antigua y luego exponerla como prueba de que en la casa se establecía comunicación con los submarinos de la zona. Un vecino de Morro Jable le había regalado años antes a su tío Pepe unas placas fotovoltaicas que ya no necesitaba junto con unas baterías: como éstas son de fabricación alemana, el actual morador de la casa inventa la historia de que son baterías procedentes de los submarinos que albergaba la casa. Cada poco publica un “nuevo descubrimiento”, una nueva mentira. Carece de todo sentido desmentir falsedades tan absurdas.
Esta es la historia del chalet de Cofete.